El grafiti: elemento de comunicación sociocultural y recurso educativo

La comprensión e interpretación de los grafitis, más allá de su visión estética, forma parte de una expresión cultural. En este sentido, las imágenes no hablan por sí mismas, ni son elementos decorativos, ni pinturas que quiebran la estética urbana, sino que requieren un proceso hermenéutico y una contextualización en donde, al menos, se dan dos puntos de vista: el del artista que dibuja y crea la pintura y el de quienes los observan. Existe, por tanto, una pluralidad de miradas en cada imagen puesto que los sujetos son múltiples. Por otro lado, los grafitis forman parte de un conjunto de lenguajes que utilizan las sociedades para comunicarse, son un elemento más que junto con otros basados en sonidos, imágenes o gestos forman parte de cada comunidad. Son instantáneas temporales con significado en contextos concretos y cuya esperanza de vida es más frágil porque viven a la intemperie. Esta característica hace que su visualización pueda ser percibida por todo tipo de personas.

Con este trabajo se pretende describir las posibles utilidades del grafiti como medio de expresión y comunicación de críticas sociales, generándose así un instrumento de concienciación y transformación social. El uso del grafiti como recurso educativo requiere un salto cualitativo que va de la mera descripción de la pintura, a su interpretación y contextualización, pasando de considerarse como un objeto individual, a formar parte de un contexto. Es decir, forma parte de la construcción de conocimiento basado en la cultura más contemporánea. No se trata sólo de evocar con un texto o con una imagen, ni de confirmar un testimonio, sino de representar por parte del artista e interpretar lo representado por quienes lo observan de una manera activa. Las identidades de quienes están representados en los grafitis están configuradas por la mirada del artista y, a su vez, pueden ser interpretadas por quienes las observan. La iconografía implica explicaciones a la luz de los contextos de los sujetos.

Los grafitis, además, contienen una carga emotiva de manera que pueden condicionar fácilmente a quien ve las imágenes. La capacidad de los grafiteros para moldear permanente un hecho, una realidad y expresarlo de manera personal es notoria: basta con observar las creaciones de varios de ellos. Su papel en el desarrollo de imaginarios colectivos y en la percepción de los “otros” puede ser muy influyente. De ahí que sea necesaria una formación educativa que permita al sujeto tanto el análisis del mensaje, el tema del grafiti, como el punto de vista del artista. La denuncia de las injusticias y de la insolidaridad humana suele ser frecuentes. Importa menos el retrato de un hecho concreto, que las poses de los protagonistas, sus expresiones, sus objetos y accesorios, porque estas representaciones están cargadas de significado simbólico. De ahí que surja la necesidad de una educación artística que permita la comprensión de los “otros” y de sus contextos y facilite su integración que parte de su visualización, conocimiento y aceptación.

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