De un tiempo a esta parte, en España, el concepto de patria es objeto de disputa semántica desde posiciones radicalmente enfrentadas en el espectro político. Habitualmente ligado unívocamente a un imaginario conservador, dicho concepto está siendo rescatado de dicha concepción patrimonialista para, entre otras cosas, reforzar y ampliar las exigencias que pueden hacerse a las instituciones del Estado social. Las recientes apelaciones a la patria se dirigen a defender una comunidad solidaria provista de servicios públicos de protección social de calidad (sanidad, educación, servicios sociales, dependencia…) con capacidad para atender a sus individuos más vulnerables.
Esta idea no es nueva: ya en 1994, Richard Rorty criticaba a los intelectuales de izquierda por escorarse hacia las políticas de la diferencia y la tolerancia multicultural y alejarse de los valores patrióticos, en la medida en que consideraba que es posible transformar los lazos identitarios y las lealtades grupales en una genuina preocupación por el bienestar colectivo que exige el sostenimiento de tupidas redes de protección mutua.
En ambas instancias, se sostiene la necesidad de ensalzar el sentimiento humano básico de la pertenencia, el orgullo nacional y los sentimientos de identidad nacional compartida, apelando a que esos valores emocionales calientes son los que definen nuestra identidad personal y grupal y desde los que es posible aumentar la participación política ciudadana y movilizar voluntades para la generación de sociedades más solidarias y cohesionadas.
A partir de estos planteamientos, nos preguntaremos en qué medida el fenómeno sociopsicológico de la identidad nacional compartida es el elemento necesario para la defensa de la justicia social y en su caso, qué papel habría de jugar la escuela pública, como institución con capacidad para la generación de dichas identidades personales y colectivas.
Haremos frente a una de las principales objeciones a estas posturas que se resume en que otorgar un alto peso específico a dichos valores grupales y al orgullo patriótico puede acabar traduciéndose en una moralmente cuestionable defensa parroquial del particularismo que se plasme en sistemas educativos chauvinistas orientados a ensalzar los valores, virtudes y logros nacionales que si bien fomentan los apegos entre los connacionales, pueden dejar de lado la importancia de extender la responsabilidad moral más allá de las fronteras nacionales o incluso desembocar en posturas excluyentes.
Nuestro objetivo será analizar las tensiones que se generan entre estos términos y sostener la posibilidad de compatibilizar el fomento de los apegos patrióticos identitarios con las obligaciones morales hacia los otros miembros de la humanidad en su conjunto derivadas de la premisa moral mínima de la igual consideración de intereses. Para ello, defenderemos el papel que puede jugar el sistema educativo para resignificar el valor del patriotismo e identificarlo, antes que con la lealtad incondicionada a la nación y sus particularidades, con el compromiso colectivo, de naturaleza racional y afectiva, con la salvaguarda de los ideales morales de justicia e igualdad, que están en la base del establecimiento de vínculos cívicos democráticos.
Palabras clave
Ponencia Online
Documentación de apoyo a la presentación ONLINE de la ponencia
Alina María Cuadréns Villalón
Comentó el 22/05/2021 a las 18:11:48
Saludos,
La escuela como centro cultural más importante de la comunidad, representa una importante vía para la construcción de diferentes identidades.
Quisiera conocer si han contribuido desde su investigación ha desarrollar prácticas educativas identitarias que orientan hacia especialidades de perfil pedagógico.
Gracias por la propuesta.
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 23/05/2021 a las 08:03:43
Buenos días
Siento no puede indicarle prácticas concretas dirigidas hacia ese campo. Un saludo
Responder
Claudia Ruiz Chagna
Comentó el 21/05/2021 a las 18:16:30
Felicitaciones por el tema abordado, mi pregunta es ¿Cuál creen ustedes es que el papel de los medios de comunicación? en las tensiones que generan estos términos, en que temas deberíamos profundizar en la formación de los nuevos comunicadores
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 21/05/2021 a las 19:44:26
Gracias por su pregunta
Excede mis competencias técnicas dar una respuesta adecuada a su pregunta, pero sí me permitiría decir que la formación de comunicadores debería otorgar cierto peso a las asignaturas de deontología o ética profesional.
Su papel como comunicadores es muy relevante en el cultivo de un sentido de justicia compartido. No es razonable cargar sobre la escuela primaria o secundaria toda la responsabilidad. Esto sería un exigencia excesiva. Mantener un trasfondo de justicia requiere unir en el empeño al tejido social e institucional. La familia, la escuela, los medios de comunicación y las instituciones tienen tareas complementarias e insustituibles que realizar en lo que creo que convendría concebir como una empresa conjunta.
Un cordial saludo
Responder
Eulisis Smith Palacio
Comentó el 20/05/2021 a las 11:13:23
Muchas gracias Juan Antonio.
Qué pasaría desde su visión con el concepto Patria de la tierra donde he nacido (Cuba), que la relacionan con la Revolución cubana (Fidel Castro y Raúl Castro). Para la Revolución Cubana y el partido comunista, patria significa coincidir con la filosofía del partido comunista. En este caso y para este grupo de personas, patria no tiene que ver con la tierra donde uno nace y la nacionalidad que uno tiene.
Me gustaría que me aclarara este termino, en esta situación.
Muchas gracias.
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 20/05/2021 a las 11:38:01
Estimada Eulisis
Gracias por su aportación. Mi pretensión es más modesta: he tratado de abordar la pugna por concepto desde el marco español.
No obstante, el ejemplo que usted presenta puede servir también para destacar la profunda ambigüedad del término patria: se trata de un significante tan abierto que puede ser llenado tanto con contenidos revolucionarios como conservadores y eso es precisamente lo que a mi juicio hace que el concepto no sea adecuado para fomentar adhesiones que respeten el sentido crítico de los ciudadanos.
En muchos casos, lamentablemente, puede usarse la patria como arma arrojadiza para denostar al adversario. Por eso considero mucho más honesto apelar directamente a los valores con los que se quiere resignificar el término y permitir la discusión de forma más abierta, explícita y clara en torno a estos valores. El término patria es una pantalla con alto contenido emocional que puede ocultar o difuminar los valores subyacentes, por eso me parece que habría que analizar cuáles son los contenidos que se consideran que deben articular una sociedad y debatir directamente sobre ellos.
Muchas gracias por aportar un enfoque distinto, un saludo
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 20/05/2021 a las 11:42:23
Le ruego disculpe por el error al saludarle, quería decir "Estimado".
Un cordial saludo
Responder
Fernando Fita Ortega
Comentó el 18/05/2021 a las 22:41:39
Muy interesante y sugerente ponencia, que me ha llevado a reflexionar acerca de la pugna por el lenguaje en mi área de conocimiento (el derecho del trabajo) donde ese conflicto terminológico se encuentra muy presente, como así lo destaca una serie de magníficas monografías sobre ideología y lenguaje en las leyes laborales de España.
La propuesta que realiza me parece óptima, sin embargo, y puesto que dentro de los diversos grupos que comparten territorio (y, a veces, poco más) hay voces disidentes acerca de los valores de justicia e igualdad, de modo que no los califican de imparciales, ¿cómo llevar a la práctica la propuesta que se formula? ¿cómo conseguir la aceptación de esos valores por quienes los discuten y se resisten a admitirlos? (no pienso tanto en los estudiantes, sino en sus entornos más cercanos y el rechazo que plantean a una formación en esos valores) Gracias!
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 20/05/2021 a las 11:22:17
Estimado Fernando:
Es una pregunta muy pertinente, que ciertamente no abordo en mi presentación. Mi propuesta se dirige a defender argumentalmente (teóricamente) la escasa pertinencia de incluir determinados contenidos en la educación reglada y a proponer en su lugar, la inclusión de otros enfoques. Su pregunta traslada el foco de interés del orden teórico al mundo real: ¿cómo conseguir que esta propuesta tuviera impacto en los programas educativos y sobre todo, cómo vencer las posibles resistencias a la inclusión en los planes de estudios de estos contenidos?
Desde mi óptica filosófica, solo puedo tratar de proporcionar argumentos. Los valores que defiendo no son ajenos a nuestro marco de valores comunes, son parte de nuestra cultura política compartida (al menos en el orden discursivo), se trata de traducirlos de un orden teórico a la realidad de nuestras prácticas y entiendo que eso solo se logra con la movilización ciudadana.
Si deseamos una sociedad justa, habremos de defender no solo la necesaria base institucional que se necesita para tal fin, sino también un ethos, o un fondo actitudinal ligado a la adhesión ciudadana a los valores de su sociedad política. Como decían los clásicos, se necesitan leyes y "costumbres". Los programas reglados de educación son un instrumento insustituible para potenciar la conciencia cívica y desarrollar el sentido de la justicia. Dicho en otros términos, por muy justas que sean nuestras instituciones y leyes, si no cuentan con que los ciudadanos tienen un sentido de justicia desarrollado, es difícil llegar a una sociedad justa. Combatir la discriminación que padecen las mujeres en el ámbito laboral, por poner un ejemplo cercano al campo al que hace mención en su pregunta, requiere no solo de leyes, sino de un ethos compartido en defensa de la igualdad efectiva.
Permítame compartir una referencia a Platón: ¿acaso existe –se preguntaba el Protágoras que nos presenta Platón en su diálogo– algo de lo que es necesario que participen todos los ciudadanos, como condición para que exista una ciudad? Si existe –respondía–, no se trata de nada relacionado con saberes como la carpintería, la técnica metalúrgica o la alfarería, sino que hemos de hablar más bien de la justicia, de la sensatez, esto es, de la virtud del hombre.
Un saludo y muchas gracias por su pregunta y sus comentarios
Responder
Juan Antonio Fernández Manzano
Comentó el 17/05/2021 a las 18:10:01
Muchas gracias, José por sus palabras.
No, yo no diría que es una propuesta descabellada, no lo es. Hay algo valioso en el intento de tratar de reapropiarse de símbolos y sentimientos que había sido patrimonializados. Sin embargo, dudo de su potencial cohesionador en el presente.
Desconozco qué elemento(s) sería el que sirviera como cohesionador y generara un proyecto de convivencia abierto, solidario, democrático, cosmopolita y no excluyente.
Mi propuesta va más bien dirigida a cuestionar que tal elemento pudiera ser la patria. Por un lado, por las adherencias históricas del concepto, que lo alejan de ser un elemento aglutinante; por otro, por la existencia de patrias alternativas estables en los nacionalismos periféricos y por su tendencia a demandar adhesiones incuestionables acríticas.
Por tanto, no creo que elementos identitarios como el patriotismo puedan servir a tan noble propósito. Mi propuesta tentativa sería la de suplir estos valores calientes por un proyecto de convivencia en clave republicana basada en los valores de la justicia social que sustituyera el orgullo patriótico de haber nacido, hablar una lengua y ser heredero de una historia por algo más activo y que reclama actuaciones conjuntas: la posibilidad de sentir orgullo por los logros colectivos alcanzados en la mejora de las condiciones de vida de los nuestros, sin abandonar la solidaridad global.
Un cordial saludo
Responder
Comentó el 17/05/2021 a las 15:11:06
Enhorabuena por su comunicación, Juan Antonio.
Me parece una comunicación muy interesante en tanto en cuanto a las múltiples posibilidades de investigación futuras que ofrece. Respecto a uno de los objetivos, me gustaría preguntarle su punto de vista sobre su perspectiva del concepto de identidad nacional que debería abordar una sociedad tan heterogénea (desde el punto de vista político, social, lingüístico y cultural) de nuestro país. ¿Es descabellada una redefinición del concepto nacional para una integración de todas las colectividades?
Reciba un cordial saludo,
José Hernández
Responder