El modernismo dinamiza una estética de lo marginal desde el tratamiento de sublimación en personajes como la prostituta y el poeta, habida cuenta de que rechazan la sociedad materialista y utilitaria a finales del XIX, y -en el decir de Huysmans- reivindican el hecho de que «cuando el materialismo hace estragos, surge la magia». Frente a la estética degradante de la figura de la prostituta, las corrientes que confluyen en el Modernismo la tratan desde la sublimación, ya que concita el erotismo, lo femenino, lo marginal, el culturismo. De ahí que este tratamiento promueva recursos retóricos específicos (diferir la significación, aquiescencia de lo metafórico, presencia de lo sinestésico…), que identifican las corrientes modernistas frente a otras concepciones literarias (el símil o comparación, en el caso del naturalismo, por ejemplo). De esta manera, comprobaremos que la prostituta como figura concita la mujer idealizada de inspiración romántica junto a la femme fatale de fin de siglo, en una aleación de estética sublimada que tiende a la dilución de límites. En este sentido, la identificación de esta figura y de su tratamiento estético específico mediante recursos retóricos concretos deviene una eficaz herramienta de identificación para la lírica modernista. No en vano, podemos dar cuenta de más de un centenar de composiciones que pertenecen a la poesía española de estética modernista. Con esta contribución, tras dirimir las diferencias entre la estética de lo sublime y otras categorías, se plantea un tratamiento de rotunda modernidad que devela la profunda crisis del individuo en un entorno urbano.
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