El lenguaje expresa identidad, integración, diversidad y a la vez discriminación y marginalidad. Los sectores y agentes sociales que se sienten excluidos crean su propio discurso como mecanismo de supervivencia. Por otra parte, los sectores dominantes emplean el lenguaje mediante el discurso privado o público para normalizar la segregación, para distinguir la “otredad” y excluirla del “todo”. Esos mensajes recorren la historia de la humanidad y están presenten en diversas fuentes, desde literarias hasta judiciales. Constituyen la expresión de una época y de los diversos sectores que participan del engranaje del binomio integración-exclusión inherente en las sociedades pretéritas y presentes.