La educación es una fuerte herramienta que puede fortalecer la construcción de una sólida identidad personal y colectiva. La conducta no racista se fomenta y se logra desde el conocimiento, la apertura de ideas, la comunicación y la libertad de conciencias. La educación formal, informal, las instituciones, el hogar y el trabajo como ámbitos de desarrollo personal y social ofrecen modelos que forman al individuo desde su tierna edad hasta la adultez. Pero también el empleo manipulado de la educación genera desigualdades en el acceso a los diferentes niveles culturales y educativos, estableciendo espacios fragmentados en función de los intereses políticos, económicos, religiosos, entre otros.